
Mobiliario presidencial Sillas y doseles de Juárez a Madero, restitución de su pasado
Imaginemos el México convulso del primer medio siglo independiente. Los días del gobernante Benito Juárez debieron ser agitados. Jornadas extenuantes, con apenas algunos minutos para su correspondencia personal, para tratar los asuntos de lo que anhelaba ser: un buen ciudadano. Lo ocupaban negocios de alta política, de la guerra, de la administración pública, de fundar el orden en las leyes. Pero también lo atarearon los actos simbólicos a que obligaban su investidura. En algún momento, en uno de los escasos que serían un respiro. Juárez –como cualquier gobernante- debió posar para dejar constancia de su paso en el tiempo del fortalecimiento de la República.