Ídolos y antigüedades La formación del Museo Nacional de México
El Museo Nacional de México se fundó en 1825 por decreto presidencial, como parte de la marea generacional que trajo museos nacionales a lo largo de América Latina. Implícita en estos actos estaba la expectativa de que los museos serían depositarios de objetos nacionales —cualesquiera que fueran— y forjarían las narrativas que darían significado a la nación y enseñarían a sus pueblos a volverse ciudadanos. Más allá de la retórica elevada que anunciaba su fundación, durante su primer medio siglo, el Museo Nacional de México, olvidado e ignorado por el Estado, fue “un revoltijo de fragmentos” —compuesto de antigüedades prehispánicas, insectos, momias, meteoritos y taxidermias— que distaba de materializar una imagen unificada de la nación, aunque sí era un correlato de los conflictos que la marcaban. Ídolos y antigüedades reconstruye los orígenes tumultuosos del museo como objeto emergente, configurado por divisiones políticas, limitaciones materiales y por los intereses y ambiciones particulares de un gran número de personajes históricos —anticuarios, naturalistas, artistas, agentes comerciales, burócratas, diplomáticos, curas, aduaneros y guías locales— que ponen de manifiesto las tensiones que determinaron la construcción de Médico y de su política cultural en el siglo XIX. A la vez, el libro teje el largo devenir de las antigüedades mexicanas como objetos de la ciencia, el arte y la política, en el contexto de una alianza cada vez más fuerte entre el museo, el Estado nacional y la arqueología.