Indígenas universitarios de la Sierra Tarahumara A la búsqueda de un derecho negado
“Yo cuando entré aquí en la Prepa las materias de matemáticas se me hacían muy difícil, yo no sabía el binomio al cuadrado y se me hacía un mundo, pero ¿cómo se tienen que multiplicar, decía yo, las letras? Pues ¿qué es esto? Pero fue por los maestros de allá de la Sierra que no te enseñan bien, no están bien preparados. A mí las matemáticas de la secundaria me pasaron de noche, y en la prepa reprobé matemáticas, y en la universidad otra vez reprobé matemáticas. Es una maldición que me persigue, con lo que más he batallado es con matemáticas” (Estudiante rarámuri de la Universidad Tecnológica de Chihuahua). Este sincero testimonio de una estudiante universitaria tarahumara compendia muy bien los problemas que aborda este provocador estudio de Amelia García Ramírez, una joven antropóloga, quizás la primera, que se adentra en el estudio de quienes, sin duda, conforman la primera generación de universitarios indígenas de Chihuahua. La autora explora las condiciones favorables y los obstáculos que han permitido este fenómeno reciente. Entre las primeras, destaca varios programas de becas y apoyos que algunas instituciones de educación superior han ofrecido para atraer estudiantes indígenas de la Sierra Tarahumara. Entre los obstáculos que éstos encaran, sobresalen las condiciones de pobreza, las carencias educativas que acarrean de las escuelas serranas de procedencia y las dificultades de adaptación al modo de vida urbano. Las dos preguntas centrales de la investigación gravitan en torno a dos problemas que la autora trata de responder desde una metodología etnográfica, cualitativa y comprensiva: por un lado, el grado de adaptación de estos jóvenes indígenas al entorno, novedoso para ellos, de la ciudad y al estilo pedagógico propio de las aulas universitarias y, por el otro, las alternativas de un futuro profesional acorde con sus creencias y prácticas culturales propias de sus cosmovisiones étnicas de origen. Al respecto, la autora concluye señalando entre otras cosas que: “Porque si bien es evidente que los estudiantes indígenas han modificado su forma de vida tradicional y han incluido nuevas prácticas a su vida cotidiana, esto no ha significado el abandono total de su cultura materna. Su identidad se definirá más claramente cuando estos jóvenes indígenas terminen su carrera profesional, y es entonces cuando sabremos si lo que dicen hoy, es lo que harán mañana. Es importante esperar para saber en qué mercado laboran se insertarán, en que lugar y bajo qué circunstancias. También si la educación universitaria y la adquisición de nuevas formas de ver el mundo (bajo la óptica de la cosmovisión occidental) los está alejando de los conocimientos tradicionales y prácticas culturales, o si se integrarán a la vida productiva de sus comunidades originarias”.