Museo del Templo Mayor 10 años
El año 1978 fue muy significativo para la arqueología. En la madrugada del 21 de febrero de aquel año, un grupo de obreros de la Compañía Luz y Fuerza del Centro trabajaban en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina en el turno de la madrugada cuando, de repente, dieron con algo duro que les impedía continuar su trabajo. Limpiaron el lodo y se percataron de que se trataba de una piedra con relieves en su superficie. En vez de romperla para continuar con sus labores, decidieron detener la obra y avisar, al día siguiente, a las oficinas de Rescate Arqueológico del INAH. Grande fue la sorpresa de los arqueólogos cuando pudieron constatar que se trataba, efectivamente, de una parte del monolito que una vez excavado resultó ser la diosa Coyolxauhqui, deidad lunar que según los mitos había sido derrotada después de singular combate con su hermano Huitzilopochtli, dios solar y de la guerra, en el cerro de Coatepec. A partir de aquel momento se suscitó un interés enorme por el hallazgo. Después de la importante intervención de Rescate Arqueológico nos correspondió hacernos cargo de los trabajos de investigación de lo que se llamó Proyecto Templo Mayor a partir de marzo del mismo año. En realidad, cabe señalar que desde el año anterior el director del INAH, don Gastón García Cantú, me había designado como responsable de los trabajos que se llevarían a cabo en algún momento en los restos del Templo Mayor que estaban a la vista desde 1914, año en que una de las esquinas del principal templo azteca había sido encontrada por don Manuel Gamio. Sin embargo, el hallazgo de la diosa precipitó la puesta en marcha de nuestro proyecto y fue así como, después de cerca de cinco años de trabajos multidisciplinarios, se logró obtener una buena cantidad de información, mucha de la cual ha sido publicada aunque, es necesario decirlo, falta aún más por investigar, dado lo importante del contexto en que se trabajó y de los materiales que se pudieron recuperar a lo largo de esos años. En nuestro programa de trabajo, uno de los puntos que se planteaban era el de la creación de un museo de sitio en donde pudieran exhibirse las piezas obtenidas a partir de un guion específico. Mucho se especuló si se debería adaptar algún inmueble del área y cuál podría ser. Finalmente se optó por la idea de que fuera un edificio nuevo, por lo que pusimos manos a la obra. El diseño correspondió al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, quien siempre estuvo atento a solucionar de manera creativa las necesidades que el guion presentaba. Lo anterior, unido a una museografía audaz a cargo de Miguel Ángel Fernández, dieron por resultado el Museo del Templo Mayor.