FARAON El culto al sol en el antiguo Egipto
El culto al sol es probablemente el más profuso de los fervores humanos. Sin duda, se ubica en el núcleo del universo de las religiones que han poblado la historia del mundo. Pero su más estricta regularidad ritual y la primera precisión iconográfica de la que se tiene memoria señalan hacia el origen de la civilización egipcia, hace más de cuarenta siglos. La imagen solar siguió siendo la de un disco, al que se le agregaron rayos cuyas puntas eran manos divinas que bendecían al gobernante y a su grupo familiar. Durante se época de esplendor, la herejía significó el desconocimiento de multitude de dioses, con objeto de concentrar la fuerza en uno solo: el sol. Esplendor históricamente efímero -apenas una generación-, pero que abrió la posibilidad de pensar en el poder omnipresente del dios único. La ruptura herética afectó al culto, no al rigor simbólico de su significado básico y de su representación. Una síntesis significativa de esta realidad se exhibe ahora en el Museo Nacional de Antropología. Por primera vez en nuestro país se presenta una colección de piezas egipcias en torno al culto solar que conjunta el interés arqueológico y el estético. De los extraordinarios acervos del Museo Egipcio de Berlín y del Museo Estatal de Arte Egipcio de Munich, y en reciprocidad por la muestra Aztecs que se presentó en Berlín en el Verano de 2003, la exposición Faraón: el culto al sol en el antiguo Egipto descubre, a través de 151 piezas originales organizadas en catorce líneas temáticas, las intrincadas redes de relación social y el pensamiento religioso de una de las civilizaciones más antiguas de la historia, con lo que se renueva entre el público mexicano el asombro ante el arte genésico del valle del Nilo.