Xochipilli El señor de las Flores
Varias generaciones de estudiosos, artistas y meros observadores se han detenido en esta representación del dios tutelar de las flores, la fertilidad, la nobleza, la poesía y el canto entre los mexicas. En su postura, sedente y contemplativa, se revuelve todo un universo de sentidos. Es una sólida presencia real a punto de emprender partida, o hasta el vuelo; es a la vez metamorfosis e inmovilidad. Xochipilli, hijo de su padre el sol y de su madre la tierra, porta sobre su cuerpo los signos de sus orígenes. Una máscara es la expresión de la propia tierra tras ser desgarrada por Xochipilli al nacer y brotar de ella; su piel reviste el rostro de su hijo. En el podio o basamento sobre el que está sentado, además de las flores, están grabadas las mariposas, almas de los guerreros sacrificados. El tocado que le cubre la cabeza y se prolonga por su espalda está orlado con plumas de un ave, el tlauahquechol. Las cuatro flores que figuran en su pedestal, al igual que las que germinan de su cuerpo, encierran la paradoja de la fertilidad como aquella inexorable unión de la vida con la muerte. Xochipilli encierra la dualidad presente en la cosmogonía indígena: ostenta la oscuridad de la noche y la luz del día, a la vez que en su piel viste la tierra misma. Hoy apenas se alcanza a apreciar algo del color rojo que lo cubría originalmente y que confirma su relación con el astro Sol; en cambio, los relieves que ocultan la desnudez de sus costados, piernas y brazos son evocaciones del reino vegetal que reiteran las cualidades de este dios como generador de fertilidad y creador de las flores. Véasele de cerca, lo más que sea posible, a sabiendas de que somos los últimos en llegar, pero con la certeza de que en nuestro pasmo hay elementos del mismo asombro que invadió a los primeros observadores de Xochipilli.