EL caso Villavicencio Violencia y poder en el Porfiriato
Antonio Villavicencio nació en Veracruz en 18861. Creció entre los torcedores de tabaco y los salones de baile de aquel puerto y emigró a la Ciudad de México para cumplir su sueño: ser cantante de opereta en los teatros de la capital. Pero ante una carrera sin futuro no dudó en cambiar los tablados por un modesto puesto en la policía capitalina donde finalmente conocería la fama al verse involucrado en el mayor escándalo político de la era porfiriana: “el caso Arroyo”. Y si en 1897 ingresó a la Cárcel de Belén en calidad de condenado a muerte, cinco años después salió de la misma para integrarse a los aparatos policiacos citadinos. Desde ese momento Antonio Villavicencio se convirtió en el más conspicuo de los esbirros del régimen, que gustaba de publicitarse bajo el lema “Orden y Progreso”. A partir de la reconstrucción de la trayectoria de este oscuro personaje, el historiador Jacinto Barrera Bassols nos invita a recorrer los sótanos de la sociedad porfiriana, donde se entrelazan violencia y política, y a asistir así a los orígenes de una de las claves del Estado mexicano moderno: la violencia ejercida en contra de la sociedad por el más avasallador de sus poderes: el ejecutivo, a través del uso discrecional de los aparatos policiacos.