Los muros de agua. El resguardo de la Ciudad de México Siglo XVII
A partir de los rastros e indicios dispersos en planos, plantas, vistas, reales órdenes, ordenanzas, reglamentos, representaciones, consultas, informes, testimonios, reconocimientos, avalúos, memorias de gastos y crónicas de la época, el presente libro reconstruye los afanes inacabados por modelar una Ciudad de México afín a los ideales urbanísticos de la ilustración. A contracorriente de su intrincado y caprichoso crecimiento, el arquitecto borbónico, maestro mayor de la ciudad, Ignacio Castera, buscó constreñir su espacio apelando a la geometrización del mismo.Medida de control de hombres y mercaderías, proveniente de los despachos reales ibéricos, su puesta en escena acusó la impronta de las aristas de la irreductible realidad novohispana. Lugar de enfrentamiento de intereses comerciales y hacendarios (el Consulado de Comerciantes de la Ciudad de México frente a la Real Hacienda); de disputas burocráticas (entre el Ayuntamiento de la Ciudad de México, la Real Aduana y el virrey); de retos topográficos para el asentamiento urbano (desagüe de las acequias, herencia de la antigua ciudad prehispánica, peligro constante de inundaciones, abasto de población por vías fluviales); de defensa de tradiciones y costumbres (ancestrales formas de recaudación, privilegio de particulares para cobrar los impuestos, libre acceso al casco de la ciudad)… De todo ellos surgió el Resguardo Unido de las Rentas Reales de la Ciudad de México y su corpus material: la llamada zanja cuadrada, las garitas y las puertas de la ciudad, que convirtieron a la capital novohispana en un ejemplo extraordinario de ciudad rodeada por muros de agua.