Misioneros del desierto Estructura, organización y vida cotidiana de los Colegios Apostólicos de Propaganda Fide, siglo XVIII
Una de las comunidades religiosas más importantes en la Nueva España fue la de los frailes menores de San Francisco de Asís. La presencia franciscana regularmente se asocia con las huestes de los conquistadores, de manera que se alude a una conquista de carácter espiritual encabezada por franciscanos, predicadores de Santo Domingo de Guzmán y padres agustinos. Sin embargo, ese extraordinario espíritu misionero tan propio de principios del siglo XVI, con el transcurrir de los años empezó a diluirse. Los religiosos de esas órdenes comenzaron a perderse en una vida relativamente cómoda y con pocas aspiraciones evangelizadoras. En la década de los años ochenta del siglo XVII, fray Antonio Llinás, un mallorquín que se integró a la provincia franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, logró reanimar el adormecido ánimo de muchos discípulos de San Francisco y se embarcó en una aventura tan desafiante como la de sus predecesores: la conquista de la parte septentrional del norte de la Nueva España. En unos cuantos años los Colegios Apostólicos, dependientes de la congregación de Propaganda Fide, dieron sus primeros frutos en Portugal y España y de ahí la inquietud del Llinás por aplicar ese concepto en el más importante virreinato de las Indias. A pesar de los logros que los seminarios apostólicos obtuvieron en la Nueva España, en realidad no se conoce mucho sobre su organización y el trabajo que desarrollaron en esas inhóspitas regiones. Sirva este trabajo como una invitación para adentrarnos en un campo escasamente explorado: la organización y vida cotidiana en los Colegios Apostólicos de Propaganda Fide.